SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: LA CUENTA UCRANIANA Y LAS LECCIONES APRENDIDAS
En pocas semanas todos los países civilizados del mundo van a celebrar el 70º aniversario de la victoria de la coalición anti-hitleriana sobre el nazismo que fue un acontecimiento clave para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, el mayor conflicto bélico del siglo XX.
De acuerdo con la Ley, aprobada recientemente por el Parlamento Ucraniano, sobre la celebración del Día de la Memoria y Reconciliación el 8 de mayo, Ucrania rompe definitivamente con la herencia y tradicción comunista y se une a todo el mundo democrático y civilizado que anualmente este día paga tributo a millones de víctimas del conflicto más cruel y sangriento del siglo pasado.
En términos de las vidas humanas y pérdidas económicas Ucrania fue la nación más devastada en esa guerra. El aporte del Pueblo Ucraniano en la victoria sobre el nazismo no puede ser sobreestimado. Entre 1941 y 1945 casi 10 millones de ucranianos perdieron sus vidas en los frentes de combate, en los campos de concentración y en las ciudades y aldeas ocupadas, lo que constituye, según algunos cálculos, entre 40% y 44% de todas las pérdidas humanas de las 15 repúblicas que formaban parte de la entonces Unión Soviética. Millones de jóvenes ucranianos fueron llevados a trabajos forzados a Alemania, muchos de ellos nunca volvieron a sus casas. En el transcurso de 3 años y 4 meses que duraron los combates en el territorio de Ucrania fueron destruidos por completo 714 ciudades y pueblos ucranianos, o sea un 42% de todas las localidades de la URSS afectadas por la guerra.
No es de asombrarse que en Ucrania, donde no queda ni una familia que no haya perdido a sus seres queridos en aquella guerra, se venera la memoria de los caídos, se honran los antepasados que heróicamente sacrificaron sus vidas en la lucha contra la “peste parda” del nazismo.
Está claro, pues, que el pueblo ucraniano, que no tiene ni una familia que no haya perdido a alguno de sus miembros en esta guerra, venera la memoria de los caídos, honra sus antepasados que lucharon heroicamente contra el nazismo. En este sentido, a los ucranianos nos causan un gran asombro e indignación las tentativas del actual Gobierno ruso de revisar y dar una nueva versión de la historia de la Segunda Guerra Mundial, atribuyendo sólo al pueblo ruso todos los laureles por el triunfo sobre los nazis. El colmo del cinismo fue una reciente declaración del Presidente Putin quien dijo que Rusia podría haber ganado la guerra a solas, sin los ucranianos u otros pueblos de la coalición anti-hitleriana.
A pesar de su retórica anti-nazista, Moscú en la práctica incentiva los movimientos de ultraderecha y nazi tanto en Europa como en su propio país y al mismo tiempo es un santuario y centro de peregrinación para los neonazis de todo el mundo, como fue demostrado en el reciente “foro de ultraderechas” en San Petersburgo. La persecución y los asesinatos de los líderes opositores como Boris Nemtsov, la instigación de la intolerancia étnica y religiosa, la imposibilidad de expresar pacíficamente una opinión distinta a la oficial hace tiempo que se han convertido, lamentablemente, en la triste realidad de la Rusia de hoy. En estas condiciones, la celebración del Día de la Victoria en este país no podría ser considerada sino como una profanación y un sacrilegio.
Tomando en cuenta la agresión abierta o poco camuflada de Rusia contra Ucrania y su apoyo militar, logístico y financiero a los terroristas en el Este de Ucrania, así como la cínica anexión de la Península de Crimea que fue condenada por todo el mundo democrático como una grosera violación de principios básicos del derecho internacional, no es de extrañar, pues, la renuncia de la absoluta mayoría de líderes mundiales a participar en los festejos de la “Gran Victoria” que el Kremlin planea organizar en la Plaza Roja de Moscú el próximo 9 de mayo. A pesar de los enormes esfuerzos emprendidos por la diplomacia rusa, se negaron rotundamente a participar en el evento los máximos líderes de EEUU, Canadá, Australia, Gran Bretaña, Alemania, la Unión Europea, Austria, Italia, Polonia, Bulgaria, Israel, República Eslovaca, Eslovenia, Corea del Sur, todos los países nórdicos y bálticos, además de muchos otros más.
Por otra parte, entre los pocos dirigentes que confirmaron su participación en los festejos, además del enigmático líder norcoreano Kim Jong-Un, para quien éste será uno de sus primeros viajes al exterior, los aliados próximos de Moscú de la Unión Euroasiática y la Comunidad de Estados Independientes (con excepción de Moldavia) y algunos líderes asiáticos y africanos, estarán, por parte de Europa, apenas el extravagante Presidente de la República Checa quien ha perdido el apoyo de su gobierno y puede encarar el procedimiento de “impeachment” por decisión del Parlamento checo, y el Presidente de Serbia, aliado incondicional de Rusia que, no obstante, sueña con ingresar en la Unión Europea. Hablando de Serbia, desde el punto de vista de los hechos históricos parece cuestionable la eventualidad que las unidades del ejército serbio lleguen a marchar por la Plaza Roja junto con las tropas rusas. Después de las difíciles negociaciones que el flamante Premier griego Tsypras sostuvo en Moscú para obtener préstamos rusos, su eventual participación en los festejos podría considerarse como un acto populista dirigido a lograr sus propios objetivos.
La posición de Ucrania está bien clara: Rusia que se convirtió de una nación que luchó por la causa justa en aquella guerra en un estado agresor y patrocinador del terrorismo internacional, no tiene el derecho moral de usurpar el triunfo sobre el nazismo que fue forjado por muchos pueblos del mundo. La presencia de dirigentes de algunos países en Moscú el 9 de mayo, cuando unos 15 mil soldados marcharán por la Plaza Roja y serán transportados 200 tipos de armamento pesado y material bélico sofisticado, incluido el sistema de misiles “BUK-M” igual a aquel que derribó al avión de pasajeros malasio MH17 en julio del año pasado, será considerada por Ucrania como un gesto de solidaridad con el agresor y lógicamente tendrá su reflejo en las relaciones bilaterales.
En Ucrania que conoce muy bien el alto precio de la paz, el aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, en cambio, será una jornada de memoria y de reflexión. La memoria de millones de víctimas de aquella guerra debe ser, para todo el mundo civilizado, la llamada a acciones para evitar la repetición de una tragedia de dimensiones incalculables que el pueblo ucraniano ya tuvo que sobrevivir una vez. Las nuevas leyes de la “memoria histórica nacional” aprobadas hace pocos días por el parlamento ucraniano, condenan la política del terror y cualquier manifestación del fascismo o totalitarismo tanto en nuestro territorio como en cualquier otro país del mundo. Ucrania sigue siendo fiel al respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales de las personas, condenando los crímenes perpetrados por regímenes totalitarios y sus aliados.
Yurii Diudin, Embajador de Ucrania en la República Argentina